viernes, 31 de agosto de 2012

El último ataque de histeria


Esta es la última entrada de “Un mes de histeria / Como la vida misma”, ambos títulos me gustan y pasado el mes no decidí con cual me quedaría. Ha sido un mes interesante, no pensé que esta locura llegaría a tener lectores, mucho menos seguidores, así que aprovecharé para agradecerles por haberse permitido perder el tiempo leyendo mis peperas, espero que al menos hayan sido entretenidas. Quiero agradecerle a Carlos (tú sabes quién eres) por sus mensajes privados y sus comentarios, que además de darme mucha risa me hicieron sentir que este blog cumplió su cometido: dar un poquito de felicidad; gracias por tu apoyo amiguito. También a Vanessita, que aunque hablamos ya para las últimas entradas fue chévere ese feedback sobre la Maracaibo sanguinaria y saber que me leía con frecuencia. Y por supuesto, a Mayli por sus comentarios y compartirme en su Facebook, es más de lo que esperaba como escritora de parte de una colega y gran lectora. Mari, sos un sol. Krizia y Daniela, aunque nunca me comentaron nada les agradezco por sus likes, aunque me hubiera gustado que dijeran algo, ustedes saben, uno siempre buscando aprobación.

Aquí estoy agradeciendo como si me hubiera ganado un Oscar o algo así, pero es que nunca había recibido tanta atención, al menos no por algo que hubiera decidido empezar por mi cuenta, por un proyecto personal. Debo confesar que me costó en algunos momentos, sobre todo por la falta de disciplina, aunque luego escribiera dos y tres entradas de golpe y las publicara. Sí, hice trampa, pero al menos las entradas las escribía en mi cabeza el día que debieron salir, así no salieran, ya fuera por la falta de internet, de tiempo o de sobriedad. Esta experiencia con la escritura me ha acercado de nuevo a ella y de una forma diferente, alejada un poco de la academia y más apegada a la realidad, a la vida diaria. Debo decir que este blog surgió más o menos por esa razón, porque siempre me abstuve de escribir al no producir nada elegante, nada sobrio, nada con clase, nada literario, al menos a mi parecer. Pero luego pensé, la literatura muta tanto como el lenguaje, sino el Quijote no tendría tantas adaptaciones, ¿no? El que lo ha leído en su escritura original –no digo idioma porque técnicamente es el mismo, castellano, español, el nuestro- sabe que es difícil entenderlo, y sabe que ya nadie habla en su día a día de esa forma. El que ha leído clásicos del siglo de oro español sabe que no están escritos de la misma forma que otros clásicos, como Cien Años de Soledad o algún cuento de Borges. Entonces, la literatura muta, y aunque es bueno tener maestros y tratar de imitarlos en cierto momento, pero uno debe seguir su voz, no dejarla acallar, porque si no, ¿a dónde iríamos? No digo que este proyecto sea la nueva literatura, no lo considero un proyecto literario, pero sí creo que este tipo de escritura debe tener algún lugar en el mundo, o al menos eso espero.

Carlos, sé que me pediste que siguiera escribiendo, mi mejor amigo también lo hizo. Solo les puedo decir que lo pensaré. Aún no sé si será en este mismo blog, porque me gustaría cerrar esta etapa, pero sí sé que no será un proyecto diario, es mucho compromiso para esta pobre loca desordenada. Pero bueno, gracias a todos por sus visitas, me voy con la misma emoción de hace un mes, cuando publiqué la primera entrada y vi 22 visitas en el contador. Jamás creí que 22 personas me leerían y mucho menos que ese número incrementaría tanto, en realidad no pensé tener más de 7 lectores, pero a los que nombré y a los que no nombré, ya sea porque no se manifestaron (aún pueden hacerlo) o porque me lo dijeron de formas inapropiadas (tú sabes quién eres, pimienta negra), gracias, gracias, ¡gracias! Espero que quieran seguir leyendo mis ataques de histeria en el futuro, y espero que me sigan pasando cosas interesantes para contarles, porque si no, ¿para qué la vida, no creen? Hasta pronto, queridos lectores, mis amigos invisibles -como dijo Uslar Pietri en su momento-, ojalá un día pudiera tomarme una cerveza con ustedes, para que el cariño dure más.

jueves, 30 de agosto de 2012

No lo digo yo, lo dice Bruce Lee


Hoy abro el Facebook y me encuentro con muchas de esas imágenes que supuestamente tienen frases dichas por las personas que aparecen al fondo de la foto, como Einstein, Gandhi y otros personajes ilustres, pero a diferencia de las muchas que veo a diario, hubo una que me llamó la atención.

“La clave para la inmortalidad es principalmente vivir una vida que valga la pena recordar”. Bruce Lee.

Hace un tiempo que decidí vivir bajo esa premisa, ignorando totalmente esa frase del astro del cine de acción. Aún no sé si esa frase la dijo él en realidad, como la mayoría de las que aparecen en esas foticos de Facebook, pero me gustó leerla allí, y me gustó la imagen. Un día pensé que lo que estaba haciendo no me divertía, así que decidí divertirme. Luego pensé que estaba gastando el tiempo en cosas que no me daban ninguna ganancia aparte de diversión, entonces decidí que al menos me dieran fama. No sé para qué sirve la fama o, mejor dicho, para qué puede a mí servirme la fama, por muy pequeña que sea, pero a medida que pasa el tiempo y uno va necesitando de los demás para lograr lo que quiere, entiende el significado del término contactos y lo valioso que puede ser tomarse una cerveza –recuerde que el cariño de cerveza es duradero- y sacarle una sonrisa con un chistecito a cualquier persona. Caer bien, o al menos ser agradable –no jalabolas- es gratis, y trae muy buenos resultados por lo general. Luego pensé que estaba gastando mucho tiempo y dinero en cervezas y, aunque me trajo mucho cariño duradero, historias que contar –y eventualmente escribir- y contactos agradables aparte de útiles, me di cuenta de que no tenía cómo utilizar a estos contactos, así que decidí hacer cosas que me divirtieran, me dieran “fama” y me trajeran beneficios reales, empezar a modelar la vida que me gustaría tener y, además, contar. En realidad lo hago todo más por tener algo que contar, y sobre todo, que sean cosas dignas de contar, que no todo sea sobre alcohol y risas, que son buenos, pero no lo son todo. Pensé que mis amigos me referían mucho a Bukowski, y como él es único e irrepetible y hay mucho mal imitador de él por ahí, decidí alejarme de esa vida por el viejo. Sí, dejé de beber por respeto a Bukowski, el que me diga que no es una razón válida no sabe nada de la vida.

Entonces sí, pienso que hay que vivir una vida que más tarde no te haga arrepentirte de no haber hecho tal cosa, sino de haber hecho tantas. Claro, tampoco digo que hay que volverse loco, siempre hay que buscar calidad en vez de cantidad, pero si se consiguen ambas, perfecto. La vida es muy corta, quizás demasiado, sobre todo actualmente (recientemente se descubrió que el tiempo está pasando más rápido, EN SERIO), sería una pena perderla en cosas que no te dejarán cosas que contar, y si no tienes a quién contárselas, al menos tener un buen recuerdo vendría bien en esa edad en la que se disminuyen las posibilidades de hacer lo que no hiciste. No lo digo en son de autoayuda, ese nunca es mi son, mi son es el tripeo, y me disculpan el academicismo pero espero tripear hasta el final.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Demasiado


Cada vez sube más el número de amigos que se irían demasiado, se han ido demasiado, se irán demasiado o se quieren ir demasiado. Mentiría si dijera que no quisiera irme demasiado, creo que todos quisiéramos irnos, ¿no es así?

Más allá del boom creado por este inofensivo video llamado Caracas, ciudad de despedidas, ir al exterior a pasear o a estudiar es algo que siempre ha estado en nuestro subconciente como una buena opción e incluso como símbolo de estatus. Este no es otro texto de los muchos que salieron analizando el video, su repercusión ni su calidad, mucho menos voy a defenderlo o atacarlo, solo hablaré un poco de eso de las idas y las venidas.

Siempre nos la pasamos viajando, ya sea a través de la música  en la oscuridad de nuestros cuartos o en un buscama en busca de otras temperaturas y aventuras. Nos vamos de vacaciones, nos vamos de paseo, nos vamos a otro mundo, nos la pasamos yéndonos y eso está bien. Me he ido muchas veces, tantas que ya no creo en el regreso, pues cada vez que llego adonde voy siento que estoy volviendo, y cuando me vengo a Maracaibo, y digo me vengo porque aquí está la casa donde crecí, siento que me estoy yendo a Maracaibo, no volviendo. Los viajes, sean cuales sean los motivos, son viajes del alma, ya sean a Cabimas o a Alemania. Y les digo, disfruto ir a Cabimas.

Personalmente, yo me iría demasiado para estudiar, pues a lo que me quiero dedicar, que son las lenguas clásicas, no puedo estudiarlo a profundidad en este país. Y no solo es por eso, sino porque me gusta conocer otras tierras, otras gentes, otras iglesias –cuando llego a algún lugar lo primero que visito son sus iglesias-, otras formas de vivir el día a día. Me emociona pensar en la comida, en que voy a estar pelando y no estará la opción de comprar un paquete de harina PAN y un cartón de huevos sino lo que sea que coman los pelabolas en ese país. Porque así me concibo, como una pelabolas, no hay mejor vida de turista si no es como pelabolas, pero solo de turista, y solo por un rato, porque ustedes saben, la pobreza no compra la felicidad. Como pelabolas se conoce más, porque somos mayoría y tenemos más cosas que buscar caminando por la calle, porque no tenemos carro. Tenemos que andar preguntando, buscando ofertas, entre todos nos ayudamos porque todos estamos pelando. Claro, tampoco es estar de indigentes, la indigencia no es nada agradable ni eleva el espíritu, sino conocer, saber, el día a día, la rutina, me parece algo muy emocionante y sociológicamente interesante, porque aunque esté adentro siempre lo miro desde afuera, al menos cuando no me duele la cabeza. En fin, irse a cualquier parte es entretenido, es parte de la vida, solo hay que saber a dónde irse y qué se va a hacer. Pero cuidado con irse demasiado buscándose a uno mismo, porque si no te sabes encontrar en tu propia casa no lo harás en ningún lado. Nuestras casas hay que conocerlas bien, no se pierdan, solo tienen dos ambientes: cabeza y corazón.

martes, 28 de agosto de 2012

Amigos de cerveza


Hoy me encontré a mi mejor amigo en la calle, de pura casualidad. A veces me pregunto cómo puedo tener de mejor amigo a un pelirrojo, pero luego recuerdo que solo lo veo una vez al año, o algo así. Nuestra relación se ha ido formando a través de internet, bajo circunstancias un poco fuera de lo común; aunque también influye el hecho de que no tiene los ojos verdes y no es pecoso.

Tenía mucho tiempo sin verlo, de hecho no me había visto desde mi sonado cambio de look, de cabello alisado, que muchos creían natural, a mis rizos naturales que han causado cierto impacto, ya que son muy bonitos y nadie se esperaba que mi cabello fuera así. Aún no entiendo el culto por el cabello liso, hablan de practicidad y la verdad encuentro más práctico salir de la ducha con el cabello mojado e ir de una vez a la calle que estar una hora secándolo o planchándolo y correr si medio empieza a lloviznar. Bueno, entonces mi amigo va saliendo de su nuevo trabajo y va hacia su casa cuando el carrito pasa frente a donde yo estoy, él decide bajarse porque me reconoció y así saludarme. ¿No es una belleza? El primer impulso fue llevarlo a una heladería nueva para que luego llevara a su novia y así la contentara luego de todos los problemas que tienen por su falta de delicadeza, y después caminamos religiosamente el camino de las curdas.

No entiendo aún el poder de la cerveza, y no me vengan con que su poder es ser alcohol. Ni el ron, ni el vodka, ni el tequila ni ninguna otra bebida alcohólica une tanto como la cerveza. Las demás te hacen perder el conocimiento algunas veces, olvidas el amor que te hicieron profesar por lo que sea, desde una empanada hasta un cuerpo, en cambio el amor que nace en la cerveza es para siempre, o al menos es más duradero que el ratón. Esa debe ser la clave de nuestra amistad, que en nuestro encuentro anual siempre hay unas cervezas, y el cariño que nace de la borrachera nos alcanza para todo el año.  No sé, esto lo estoy escribiendo desde la cerveza y quizás no tenga mucho sentido, pero lo que voy a decir se lo he dicho más veces sobria que ebria: amigo, te quiero mucho, aunque seas un pelirrojo sentimentalmente idiota con la delicadeza de una yuca. Déjate de estar plantando a tu novia tan boleta, me quedé dormido no es la mejor excusa después de tantas veces, y menos aún si es la verdad. Y deja de decir que no te quieres casar, porque sé que lo harás, por la mata de limón y por los hijos que no te voy a bautizar pero igual me querrán más que a sus católicos y aburridos padrinos. Hasta luego, me iré a quedar dormida. Por cierto, mis amados lectores, a ustedes también los quiero mucho, desde la cerveza y todo.

lunes, 27 de agosto de 2012

Me llamo Carmen, por dios, ¡Carmen!


Hace rato escuchaba una canción que me gusta mucho por dos razones: se llama como yo, Carmensita, y suena como yo, pues es muy guapachosa. La canción es de un artista venezolano que ha vivido toda su vida en Estados Unidos, llamado Devendra Banhart, lo que seguramente explica por qué escribió mal ese diminutivo, todos sabemos que debería ser “Carmencita”, hasta el mismo Word lo sabe. Entonces, esto me lleva a repensar en algo en lo que he venido pensando desde hace algún tiempo.

Me llamo Carmen. Mi nombre es realmente común y fue muy popular en una época, lo que me hace tocaya de gran parte de las madres, abuelas y tías de mis amigos, de hecho me llamo Carmen por mi abuela y por mi madre, Carmen Josefina y Libia del Carmen. De hecho, mi nombre es hasta latino, pues viene directamente del latín carmen, carminis que significa poesía, y en conjunto con mi segundo nombre, Lucía –por mi padre, Lucio-, proveniente del latín lux, lucis (luz), da como resultado algo como “poesía de luz”, o “poesía luminosa”. Qué belleza, ¿no? Con ese ejemplo fue que me enamoré del latín perdidamente, pues mi profesor siempre usaba mi nombre como ejemplo para demostrar que la influencia del latín sigue siendo innegable hasta nuestros días y que por eso sigue siendo importante estudiarlo, para saber que lo que estamos diciendo no salió de la nada, o algo así. Muy adorable.

Con todo esto voy a lo que en verdad me indigna, que es lo siguiente: ¿cómo coño hay gente que escribe mal mi nombre? Es algo que realmente me molesta, me indigna, me hace perder puntos en el bajo porcentaje de esperanza que aún tengo en la humanidad. En serio, me llamo Carmen, ¿cómo te equivocas escribiendo mi nombre? Cuando me presento me cantan “Carmen, se me perdió la cadenita” y siempre me río, porque qué más queda; me dicen “la que contaba 16 años” y les respondo con un “ay mijo, ojalá” tratando de que sueñe lo más de doña posible para que me miren raro y piensen que soy más vieja de lo que parezco. Otros más cultos hacen referencia a la ópera Carmen de Bizet y aprovecho para decirles que soy coralista, y así tenemos una conversación agradable gracias a la feliz coincidencia. Vale decir que esos no son los que se equivocan con mi nombre, sino las personas con las que hablo a diario o al menos frecuentemente. Más de una vez me ha saludado por el chat algún compañero de clases o un amigo con un desafortunado “hola carme” que me lleva a preguntarme qué he hecho mal en esta vida para que me quiten la N final, porque la mayúscula no me molesta. Rebájenme, pero por favor, ¡no me mutilen!

No conforme con esto, una vez estaba en un local nocturno con unos amigos y, al percatarse de nuestra belleza tan grosera, se nos acerca un fotógrafo de un portal de internet de esos que reseñan la vida nocturna de la ciudad a inmortalizarnos en un .jpg para la web, acto seguido nos pide nuestros nombres y se va. Al día siguiente revisamos la página y allí estaba la foto, y en el pie nuestros nombres. Todos nos sorprendimos por lo increíble del hecho de que haya escrito bien el nombre de una amiga que nos acompañó ese día, parecido a Yuxzilibexth o algo así de actual, y que a mí me haya identificado como “Camrne”. ¿En serio, pana? ¿Camrne? Lo peor es que este cuento solo lo puedo escribir porque echarlo es imposible, no sé cómo se pronuncia esa vaina.

Espero que en el futuro estas horribles cosas dejen de suceder, aunque ya el daño con Devendra Banhart está hecho. Una lástima, tanto que me gusta esa canción.

domingo, 26 de agosto de 2012

Presidenta, deme diez panes


No entiendo cómo alguien puede lanzarse a presidente de un país sabiendo que no tiene chance. ¿O es que acaso no lo saben? Más allá del dinero que pueden gastar en una campaña, el cual se sabe que es una cantidad considerable, ¿será que no le temen al ridículo? Un amigo me decía que ellos no saben que están haciendo el ridículo. No sé, pero si una persona ni siquiera sabe cuándo está haciendo el ridículo, no creo que sea una buena opción a considerar para ser el dirigente de un país.

En realidad la política no me importa mucho, pues la mayoría de los políticos son unas ratas que solo piensan en su enriquecimiento personal y les vale nada lo que pase en el país, sobre todo en un país como este donde puedes convencer a la mayoría con comida barata o regalada, total, barriga llena, corazón contento, ¿no? Espero que toda esa comida los ayude a calmar la tristeza de tener que salir a la calle a ligar que un malandro ni te mate ni te robe. Pero bueno, la pelota de la inseguridad está más que rodada y no venía a hablar precisamente de eso acá, sino de gente como María Bolívar.

Ay dios, si son malos.
María Bolívar es dueña de una panadería en La Curva o algo así supe hoy, pues la verdad no me había interesado mucho en esta señora que fue a Globovisión a decir barbaridades que al final nos resultaron graciosas a unos cuantos e imposibles a otros más. Sea cual sea la reacción que haya causado en general, no puedo evitar pensar en el 8 de octubre, cuando los votos sean contados y se diga cuántos obtuvo cada candidato. ¿Cuántos podrá tener esa señora? ¿100, 200? No sé, pero espero que llegue siquiera al 1%, igual que los demás candidatos que he decidido llamar sin chance. Los llamo los sin chance porque son candidatos poco o nada conocidos que, aunque traigan las mejores intenciones, su falta de desenvolvimiento en la farándula política los hace inexistentes para la gente que sale a votar por los que sí llevan chance, es decir, los que llevan más tiempo en la política, dando la cara, hablando y besando niños y viejitas aunque no hayan hecho unceví en ninguna de sus gestiones.

Entonces, pienso en ese 8 de octubre, en esa señora acompañada de su comando de campaña o su familia oyendo los resultados. ¿Se sentirá fracasada por los pocos votos obtenidos o feliz de que personas más allá de sus seres cercanos hayan decidido darle su voto, así haya sido solo for the lulz? Y luego de esto, en su día a día, atendiendo su panadería, ¿soportará las burlas de la gente, llamándola la que llegó detrás de la ambulancia? ¿Cómo puede vivir así una persona, bajo la sombra de un fracaso y un ridículo nacional? No sé, son cosas que siempre he pensado con cada candidato sin chance que he visto, incluso hay algunos que no conozco sino hasta que cuentan los votos o veo el tarjetón y me hacen decir “mi aaaalma, ¿y ese de dónde salió?”, me intereso en ellos durante los 3 segundos que me lleva decir esa frase y luego voto y me voy. Pongo el ejemplo de María Bolívar porque es la que ha formado más revuelo recientemente, hace poco fue Diego Arria y ya casi nadie lo recuerda, pero de seguro lo ven por la calle y se ríen un poco a sus espaldas, recordando su ridículo, o algo así. Lo mismo debe pasar con Claudio Fermín, aunque él me cae muy bien porque tiene una voz muy graciosa. En fin, es una pequeña reflexión, originada por la cosita que me dan estas personas sin chance, sobre todo María Bolívar. Espero poder pasar un día por la panadería Mayami y verla sonriente, lo más probable es que sea así, y pedirle que me venda un choco. Debe ser horrible comprarle un choco a una panadera deprimida.

sábado, 25 de agosto de 2012

Baby Nokia: Te extraño


Hoy salgo para Maracaibo y me estoy preparando para ese viaje de 12 horas. Últimamente he hecho tantas veces ese trayecto que ya me parece una cosa cualquiera, y los preparativos van disminuyendo a medida que uno se acostumbra, como ocurre con todo. Antes me llevaba cualquier cantidad de comida, ahora me llevo un chocolate y una botella de agua de medio litro. Uno aprende que mientras menos cosas lleve, más cómodo es todo, obviamente. Una de las cosas que no puede faltar en mis viajes es la música, pues no puedo leer ni escribir en un vehículo en movimiento, a menos que quiera redecorarlo todo con lo que haya en mi estómago. Sin embargo, en este viaje de regreso -¿cómo sabe uno cuando regresa a algún lado?- la cosa ha sido un poco más complicada, porque estoy estrenando un iPod suenan aplausos grabados. Finalmente tengo algo de esa avalancha comercial y mediática llamada Apple, y no porque lo haya comprado, sino porque me lo gané en un concurso –al fin Twitter me sirvió de algo. A pesar de que es un reproductor pequeño en tamaño –modelo Shuffle- y en capacidad -2GB-, meterle música fue, como dicen en Gales, un cojeculo. Menos mal que está tan de moda eso de tener iCosas, que ayuda no me faltó de parte de mis amigos en Twitter, así que luego de 14 horas de batalla con ese jinete del apocalipsis llamado iTunes, logré meterle unas cancioncitas al aparatico, y espero no aburrirme de ellas en un buen tiempo porque qué ladilla, pana.

Entonces digo, ¿cómo se pone de moda algo tan complicado? Será que soy muy doña, pero esos conocimientos solo te sirven para ayudar a los que vayan cayendo en las redes de Apple y para poder fanfarronear entre los muchachitos hipsters estos, tan seguidores de Apple. No estoy despotricando de la marca ni de los muchachitos hipsters esos, solo me parece una cosa muy curiosa cómo una marca puede volverse una especie de culto y sinónimo de status social, ni siquiera económico porque cualquier pelabolas puede tener un iPhone, pero eso lo vuelve chévere/alternativo automáticamente. Si me preguntan yo me quedo con el pendrive-mp3 de pantallita LED que me ha acompañado por 5 largos años, porque este aparatico shuffle no tiene pantalla, pero igual se agradece porque fue gratis y, según me cuentan, así nuevecito vale lo mismo que lo que gasté esta semana en Caracas. También me dicen que es de muy buena calidad y me va a durar mucho tiempo, vamos a ver si me dura tanto como mi antiguo Baby Nokia, cómo quisiera verlo de nuevo para poder despedirme de él como merece. Pues sí, señores, tengo iPod, y le puse de nombre Erpo, porque más o menos así me siento con él*.

*Esto solo lo entenderán si vieron La Pelota de Letras, y no me siento como el chamito sino como el papá del chamito, medio confundida.