Hoy salgo para Maracaibo y me
estoy preparando para ese viaje de 12 horas. Últimamente he hecho tantas veces
ese trayecto que ya me parece una cosa cualquiera, y los preparativos van
disminuyendo a medida que uno se acostumbra, como ocurre con todo. Antes me
llevaba cualquier cantidad de comida, ahora me llevo un chocolate y una botella
de agua de medio litro. Uno aprende que mientras menos cosas lleve, más cómodo
es todo, obviamente. Una de las cosas que no puede faltar en mis viajes es la
música, pues no puedo leer ni escribir en un vehículo en movimiento, a menos
que quiera redecorarlo todo con lo que haya en mi estómago. Sin embargo, en
este viaje de regreso -¿cómo sabe uno cuando regresa a algún lado?- la cosa ha
sido un poco más complicada, porque estoy estrenando un iPod suenan aplausos grabados. Finalmente
tengo algo de esa avalancha comercial y mediática llamada Apple, y no porque lo
haya comprado, sino porque me lo gané en un concurso –al fin Twitter me sirvió
de algo. A pesar de que es un reproductor pequeño en tamaño –modelo Shuffle- y
en capacidad -2GB-, meterle música fue, como dicen en Gales, un cojeculo. Menos
mal que está tan de moda eso de tener iCosas, que ayuda no me faltó de parte de
mis amigos en Twitter, así que luego de 14 horas de batalla con ese jinete del
apocalipsis llamado iTunes, logré meterle unas cancioncitas al aparatico, y
espero no aburrirme de ellas en un buen tiempo porque qué ladilla, pana.
Entonces digo, ¿cómo se pone de
moda algo tan complicado? Será que soy muy doña, pero esos conocimientos solo
te sirven para ayudar a los que vayan cayendo en las redes de Apple y para poder
fanfarronear entre los muchachitos hipsters estos, tan seguidores de Apple. No
estoy despotricando de la marca ni de los muchachitos hipsters esos, solo me
parece una cosa muy curiosa cómo una marca puede volverse una especie de culto
y sinónimo de status social, ni siquiera económico porque cualquier pelabolas
puede tener un iPhone, pero eso lo vuelve chévere/alternativo
automáticamente. Si me preguntan yo me quedo con el pendrive-mp3 de
pantallita LED que me ha acompañado por 5 largos años, porque este aparatico
shuffle no tiene pantalla, pero igual se agradece porque fue gratis y, según me
cuentan, así nuevecito vale lo mismo que lo que gasté esta semana en Caracas.
También me dicen que es de muy buena calidad y me va a durar mucho tiempo,
vamos a ver si me dura tanto como mi antiguo Baby Nokia, cómo quisiera verlo de nuevo para poder despedirme de
él como merece. Pues sí, señores, tengo iPod, y le puse de nombre Erpo, porque
más o menos así me siento con él*.
*Esto solo lo entenderán si
vieron La Pelota de Letras, y no me siento como el chamito sino como el papá
del chamito, medio confundida.
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