El aprendizaje de idiomas me
parece una cosa muy curiosa, creo que por eso caí en Letras, por la fascinación
que me causaba y me sigue causando el castellano con sus recovecos, trampas y
sorpresas. Luego conocí al latín y fue amor a primera vista, pero no un amor de
una noche, esto ya es un matrimonio y van como tres años de luna de miel, pero
no vengo a hablar solamente de eso, sino de las formas en que un idioma se
puede aprender.
Nuestra lengua nativa la
aprendimos de nuestra madre, por esto también se le llama lengua materna, y en
lingüística suele identificarse como L1, llamándose así L2, L3 y así
sucesivamente los demás idiomas que vamos aprendiendo a lo largo de nuestra
vida. Ahora, la forma en que aprendemos las demás lenguas no es ni parecida a la forma en que aprendimos nuestra
lengua materna, y si alguno de ustedes ha hecho un curso de idiomas o
simplemente vio esas funestas clases de inglés en el colegio puede saber a lo
que me refiero. El español, suponiendo que es la lengua materna de todos
ustedes, no lo aprendimos escribiendo ni leyendo, sino hablando, y luego
aprendimos a leer y escribir; en cambio, el inglés o cualquier otra lengua la
aprendemos primero a partir de la lectura y escritura y luego de manejar
ciertas palabras o composiciones sencillas, empezamos a perfeccionar la expresión
oral. Comprendo que no estoy diciendo nada nuevo, pero ahora les diré adónde
voy con todo esto.
Muchas personas me han preguntado
por qué estudio el latín si es una lengua muerta, es decir, nadie habla ese
idioma. ¿Se han puesto a pensar por qué se dice que una lengua está muerta? Pues se le dice así porque no
quedan hablantes de ella, pero con el latín pasa una cosa: en el Vaticano se
sigue empleando para ciertas cosas, y en los seminarios se sigue enseñando,
entonces no está tan muerta, ¿no? La cosa es que no se usa en el día a día,
pero no está tan muerto tampoco, o al menos eso quiero pensar desde el
sentimentalismo. Otra cosa es que siempre vemos a los padres en los ojos de los
hijos, y eso es una cosa que sucede muy a menudo con el español (hijo) y el
latín (padre), incluso en los defectos, ¿o ustedes creen que ese “aperturar”
salió de la boca de alguna cajera de banco tukki así nada más? Es el latín
manifestándose, pues el verbo “abrir” viene del latín aperire, y a pesar de que “aperturar” suene horrible, no pueden negar
que se parece mucho a la forma antigua. Claro, esto no quiere decir que deba
ser aceptada, al menos yo no lo aprobaría jamás porque sé que la persona
horrible que inventó esa palabra no lo hizo pensando en aperire sino en “apertura”, pero lo que quiero decir con esto es
que la sangre llama, así sea para
cagarla, pues.
Toda esta reflexión surgió a
partir de una cosa curiosísima que me pasó haciendo mi tesis (un análisis
morfológico y traducción de 780+ oraciones y textos de latín a español), fue la
siguiente: estuve casi dos semanas entregada a la traducción, día y noche –sin exagerar-,
y sin darme cuenta ya le estaba respondiendo a la gente que me escribía por
chat en latín, hasta que un día una amiga me preguntó en dónde nos reuniríamos
el fin de semana y le respondí “apud Fulanito”, con lo que ella quedó, digamos,
loca. ¿Apud? ¿Qué es eso? La palabra “apud”
en latín es una preposición que tiene varios significados, pero el más común es
“en casa de”, así que lo que quise decirle a mi amiga fue “en casa de Fulanito”.
Quizás esto no les parezca gran cosa, pero desde ese día pienso que una lengua muerta entonces podría resucitarse, ¿no? Quién sabe, aunque
como están los tiempos ahorita podrían volverme a mi querido latín una lengua zombie, toda fea, podrida y llena de “aperturares”
por aquí y por allá, creo que la prefiero así como está, muerta, pero solo para
mí, al menos en mi esfera social.
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