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martes, 28 de agosto de 2012

Amigos de cerveza


Hoy me encontré a mi mejor amigo en la calle, de pura casualidad. A veces me pregunto cómo puedo tener de mejor amigo a un pelirrojo, pero luego recuerdo que solo lo veo una vez al año, o algo así. Nuestra relación se ha ido formando a través de internet, bajo circunstancias un poco fuera de lo común; aunque también influye el hecho de que no tiene los ojos verdes y no es pecoso.

Tenía mucho tiempo sin verlo, de hecho no me había visto desde mi sonado cambio de look, de cabello alisado, que muchos creían natural, a mis rizos naturales que han causado cierto impacto, ya que son muy bonitos y nadie se esperaba que mi cabello fuera así. Aún no entiendo el culto por el cabello liso, hablan de practicidad y la verdad encuentro más práctico salir de la ducha con el cabello mojado e ir de una vez a la calle que estar una hora secándolo o planchándolo y correr si medio empieza a lloviznar. Bueno, entonces mi amigo va saliendo de su nuevo trabajo y va hacia su casa cuando el carrito pasa frente a donde yo estoy, él decide bajarse porque me reconoció y así saludarme. ¿No es una belleza? El primer impulso fue llevarlo a una heladería nueva para que luego llevara a su novia y así la contentara luego de todos los problemas que tienen por su falta de delicadeza, y después caminamos religiosamente el camino de las curdas.

No entiendo aún el poder de la cerveza, y no me vengan con que su poder es ser alcohol. Ni el ron, ni el vodka, ni el tequila ni ninguna otra bebida alcohólica une tanto como la cerveza. Las demás te hacen perder el conocimiento algunas veces, olvidas el amor que te hicieron profesar por lo que sea, desde una empanada hasta un cuerpo, en cambio el amor que nace en la cerveza es para siempre, o al menos es más duradero que el ratón. Esa debe ser la clave de nuestra amistad, que en nuestro encuentro anual siempre hay unas cervezas, y el cariño que nace de la borrachera nos alcanza para todo el año.  No sé, esto lo estoy escribiendo desde la cerveza y quizás no tenga mucho sentido, pero lo que voy a decir se lo he dicho más veces sobria que ebria: amigo, te quiero mucho, aunque seas un pelirrojo sentimentalmente idiota con la delicadeza de una yuca. Déjate de estar plantando a tu novia tan boleta, me quedé dormido no es la mejor excusa después de tantas veces, y menos aún si es la verdad. Y deja de decir que no te quieres casar, porque sé que lo harás, por la mata de limón y por los hijos que no te voy a bautizar pero igual me querrán más que a sus católicos y aburridos padrinos. Hasta luego, me iré a quedar dormida. Por cierto, mis amados lectores, a ustedes también los quiero mucho, desde la cerveza y todo.

martes, 21 de agosto de 2012

Ateos de nacimiento


La verdad yo nunca creí en dios, a pesar de haber crecido en una familia católica muy temerosa de él. Recuerdo que mi abuela –antes de volverse loca y maldecir a la Chinita en el hospital en plena feria- siempre me decía que tenía que ser obediente a dios y tenerle miedo, mucho miedo, porque si no iría al infierno. También me decía que no podía comer cochino ni sus derivados porque la biblia prohibía comer animales de pezuña hendida, y muchas cosas así, siempre usando como argumento el miedo a los castigos de dios. Debo decir que siempre fui una niña muy racional, así que nunca me cuadró el cuento de ese tipo todopoderoso castigador al que debía hacerle caso y tenerle miedo, y mucho menos entendía por qué le tenían tanto miedo si nunca lo habían visto. Entonces pensé que las personas le tienen miedo a lo desconocido, y por eso se aferran a sus rutinas, así sean rutinas llenas de miedo, lo cual me parece excesivamente chimbo. Todo eso lo pensé a los 7-8 años.

No sé, vi esta imagen en Facebook y me dio
mucha risa. Genius!
Antes de toda esa reflexión, ya me parecía absurdo tener que rezar todas las noches antes de acostarme, aunque igual lo hacía porque mi mamá y mi abuela me obligaban, y me imagino que me veía muy bonita rezando porque no dejaban de mirarme sonriendo. Sin embargo disfrutaba más rezarle al ángel de la guarda porque rimaba y me parecía un ángel muy pana pues, a los 6 años era chévere pensar que podía andar por allí tranquila porque tenía un ángel invisible caminando a mi lado y cuidándome, creo que fue el único amigo imaginario que tuve en la infancia, y me parecía realmente útil porque siempre me la pasaba cayéndome, así que cuando me caía me ponía brava con él y me lo imaginaba distraído por allí hablando con los otros ángeles que cuidaban a los demás niños. Luego simplemente desapareció, como todos los amigos imaginarios.

Después, cuando ya era más grande -9-10 años- y mi familia vio que no lograron asustarme con dios, trataron de vendérmelo como alguien chévere, muy bueno, que nos amaba a todos. Entonces no entendía por qué había tantos niños por allí sufriendo en la calle o en hogares chimbos, pasando hambre, enfermos de cosas feas y eso. Y la verdad me sentía muy extraña, porque todo el mundo creía en dios y yo quería creer, pero simplemente no podía, nunca pude.

Luego de eso, por varios años no me preocupé por el asunto de dios y la religión, me daba muy igual, hasta que llegué a esta edad y mis amigos empezaron a casarse y tener hijos. Ese no era el problema, sino que se veían obligados a excluirme de asuntos importantes para ellos por el hecho de que yo no creyera en el catolicismo. Mi mejor amiga quería ponerme de madrina de su boda, pero no lo hizo por eso y terminó poniendo a una prima suya, su argumento fue “yo te quiero mucho, pero sé que no crees en dios ni en el matrimonio y necesito de madrina a alguien que me ayude a creer en lo que estoy haciendo”. Yo respeto eso, normal, pero me parece una cosa muy curiosa desde un punto de vista socio-antropológico. Lo mismo ocurre con mi mejor amigo, que me chantajea con ser la madrina de sus hijos. Siempre me ha gustado la idea de apadrinar, creo que sería tremenda madrina porque quiero mucho a mi amigo, pero me dice que no puede darme ese papel porque no creo en el catolicismo; aparte de eso, me echa broma diciendo que no habrá fuerza en la naturaleza que le impida evangelizar a mis hijos cuando los tenga. Qué cosa tan divertida es la religión. Es como un club al que no puedes entrar sin membresía o algo así. Pero esa es la parte divertida.

Una vez hablaba con una amiga sobre el espíritu, que uno atrae lo que le pasa, y eso. Recuerdo que le hablé de una amiga que fue abusada de niña y por eso no creía en dios, entonces mi amiga me dijo que seguramente eso le había pasado porque no había dejado entrar a dios en su corazón. De verdad que me tuve que controlar para no decir lo que quería decirle, simplemente dije “pues qué bolas que pienses algo así de una niña abusada, no sé cómo pretendes convencer a alguien de creer en dios con semejante argumento”, o algo así, pero de verdad, wtf dude? ¿En serio piensas así? Pues creo que estás entendiendo mal a tu dios, como muchas otras personas. Dios debería venir con un manual para la gente así, hasta donde sé, Jesucristo predicó el amor al prójimo and shit, ese amor creo que incluye la comprensión, la humanidad, ¿sí saben a lo que me refiero, no? Tipo que te corra sangre en las venas, que sientas por los demás. Yo vivo así, creo en esas cosas, siempre me ha gustado ayudar a los demás y no lo hago en espera de ningún cielo, con una sonrisa de agradecimiento (o no) me basta. Creo que de eso se trata ser humano.

lunes, 20 de agosto de 2012

Le arruiné la vida


Ahorita estaba escuchando a La Lupe, también conocida como La Yi-yi-yi, para los no entendidos es una cantante cubana que se hizo muy famosa en Nueva York, cantaba salsa, boleros, son y otros ritmos caribeños. Era muy amiga de Tito Puente, con quien tiene varios discos. Este material es muy difícil de conseguir en internet, pero he tenido suerte. La Lupe tenía una voz muy potente, algo ronca, y sus canciones por lo general son sobre el desamor. Justo estaba oyendo la canción que abre el disco The best of La Lupe, llamada La Tirana, y me hizo recordar algo que prometí contarles hace unas entradas.

Tan bellos mis amigos,
hasta un meme me hicieron.
Mis amigos dicen que le arruiné la vida a un ex, la verdad yo no lo había visto de ese modo, de todas formas contaré un poco de esa historia y al final ustedes me dirán si se la arruiné o no. Durante un tiempo, hace como tres años, se volvió una conversación recurrente entre mis amigas lo tontos que podían ser los estudiantes de Administración de la URBE (Universidad Rafael Belloso Chacín), una de las universidades privadas más populares del estado. Yo me imaginaba que sí, pues hasta el momento no había conocido a alguna persona seria que estudiara esa carrera en esa universidad. Les explico: la URBE es como un kinder, con reglas de vestimenta absurdas e incluso con un timbre que señala los recesos, se supone que es muy segura y los padres por lo general inscriben allí a sus hijos para que no tengan que ir a morirse en LUZ, mi alma mater. Algunos de estos jóvenes no saben qué estudiar y la verdad no les importa mucho, pero han oído tanto que sin un título no son nadie, que deciden estudiar algo, y no sé en qué momento Administración de Empresas se volvió el comodín para los que no saben qué estudiar, y esto lo digo porque ellos mismos me lo han dicho, sin importar la institución de donde vengan. Piensen, ¿alguna vez han conocido a un estudiante o Administrador que les diga que siempre quiso estudiar eso, que su carrera lo apasiona? Por lo general dicen “todo en esta vida es dinero, mi trabajo es con dinero, así que siempre tendré trabajo”. Por favor, si algún administrador lee esto y puede refutarme hágalo, quiero pensar que tiene que haber alguien que no caiga en ese cliché.

Pero bueno, la historia es la siguiente: de tanto escuchar que los estudiantes de Administración de la URBE son tontos, quise hacer un experimento. Luego de uno o dos meses de búsqueda, logré conocer por internet a uno de ellos, pero no era muy común ya que hacía karate, practicaba el mahikari con muchísimo fervor –lo que siempre me ha parecido una locura- por lo que era un poquito budista y podía pasar mucho tiempo hablando con él hablando de libros, aunque no tuviéramos los mismos gustos, pues a él le gustaba más la ciencia ficción que la literatura que a mí me gustaba. Lo más genial era que le encantaba la ópera, imagínense todo lo que podíamos hablar de eso. Había logrado mi cometido, conocer a un estudiante de Administración de la URBE que al menos tonto no me había parecido, era considerablemente atractivo y un poco sifrinito, luego el reto ascendió, debía salir con él. Esto no fue muy difícil, lo que también quebró otro mito: una loca como yo sí se puede levantar a un sifrinito de la URBE, y eso es lo más raro que he hecho hasta ahora.

Salimos por un tiempo pero nunca me terminó de convencer, me parecía que allí había gato encerrado, todo era como demasiado chévere. Las cosas se empezaron a poner aburridas y los temas de conversación se fueron agotando, hasta que un día se lo comenté y me dijo que en realidad había fingido muchas cosas para llamar mi atención, como su gusto por algunas cosas y su supuesta avidez lectora. En realidad lo que me dio fue risa y llegamos a una discusión que terminó con una sarta de insultos infantiles que él me dijo a mí y que por respeto a ustedes y a su sentido común no voy a reproducir acá. Lo cierto es que me tranquilizó saber que no había conocido a ningún prodigio de Administración de URBE y que podía seguir perdiendo mi esperanza en el mundo tranquilamente.

¿Por qué dicen que le arruiné la vida? Porque un día me dijo que estaba aburrido de su carrera y que aún le faltaban dos o tres años, que sentía que ya había aprendido lo suficiente. Le sugerí que se cambiara al Cunibe, donde podría equivaler sus estudios, graduarse rápido como TSU y conseguir trabajo de una vez, que era lo que él quería. Tiempo después de terminar con él, mi hermana lo veía saliendo con regularidad del Cunibe, es decir, me hizo caso. Mis amigos dicen que le arruiné la vida porque lo hice cambiarse de una licenciatura a un TSU, que le arruiné su futuro. Yo digo que no es mi culpa que él sea tan tonto, ¿quién haría algo así si no es una persona muy tonta? Si además de tratar de engañar a un estudiante de Letras, también le haces caso, no eres muy astuto que digamos, querido amigo. Yo digo que no lo arruiné nada, pero igual me parece una historia divertida, algo cruel, pero divertida. Al fin y al cabo no todo terminó mal, pues una amiga de mi mamá lo vio trabajando como cajero en un banco al poco tiempo. Todos conseguimos lo que quisimos: él, un trabajo; yo, comprobar que me puedo levantar a un sifrino buenmozo y tonto sin tener que usar uñas postizas ni tacones ni cabello alisado ni ropa a la moda. Otra feliz historia de amor en Maracaibo.

jueves, 16 de agosto de 2012

Del amor y otros gases (II)


El aprendizaje de idiomas me parece una cosa muy curiosa, creo que por eso caí en Letras, por la fascinación que me causaba y me sigue causando el castellano con sus recovecos, trampas y sorpresas. Luego conocí al latín y fue amor a primera vista, pero no un amor de una noche, esto ya es un matrimonio y van como tres años de luna de miel, pero no vengo a hablar solamente de eso, sino de las formas en que un idioma se puede aprender.

Nuestra lengua nativa la aprendimos de nuestra madre, por esto también se le llama lengua materna, y en lingüística suele identificarse como L1, llamándose así L2, L3 y así sucesivamente los demás idiomas que vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida. Ahora, la forma en que aprendemos las demás lenguas no es ni  parecida a la forma en que aprendimos nuestra lengua materna, y si alguno de ustedes ha hecho un curso de idiomas o simplemente vio esas funestas clases de inglés en el colegio puede saber a lo que me refiero. El español, suponiendo que es la lengua materna de todos ustedes, no lo aprendimos escribiendo ni leyendo, sino hablando, y luego aprendimos a leer y escribir; en cambio, el inglés o cualquier otra lengua la aprendemos primero a partir de la lectura y escritura y luego de manejar ciertas palabras o composiciones sencillas, empezamos a perfeccionar la expresión oral. Comprendo que no estoy diciendo nada nuevo, pero ahora les diré adónde voy con todo esto.

Muchas personas me han preguntado por qué estudio el latín si es una lengua muerta, es decir, nadie habla ese idioma. ¿Se han puesto a pensar por qué se dice que una lengua está muerta? Pues se le dice así porque no quedan hablantes de ella, pero con el latín pasa una cosa: en el Vaticano se sigue empleando para ciertas cosas, y en los seminarios se sigue enseñando, entonces no está tan muerta, ¿no? La cosa es que no se usa en el día a día, pero no está tan muerto tampoco, o al menos eso quiero pensar desde el sentimentalismo. Otra cosa es que siempre vemos a los padres en los ojos de los hijos, y eso es una cosa que sucede muy a menudo con el español (hijo) y el latín (padre), incluso en los defectos, ¿o ustedes creen que ese “aperturar” salió de la boca de alguna cajera de banco tukki así nada más? Es el latín manifestándose, pues el verbo “abrir” viene del latín aperire, y a pesar de que “aperturar” suene horrible, no pueden negar que se parece mucho a la forma antigua. Claro, esto no quiere decir que deba ser aceptada, al menos yo no lo aprobaría jamás porque sé que la persona horrible que inventó esa palabra no lo hizo pensando en aperire sino en “apertura”, pero lo que quiero decir con esto es que la sangre llama, así sea para cagarla, pues.

Toda esta reflexión surgió a partir de una cosa curiosísima que me pasó haciendo mi tesis (un análisis morfológico y traducción de 780+ oraciones y textos de latín a español), fue la siguiente: estuve casi dos semanas entregada a la traducción, día y noche –sin exagerar-, y sin darme cuenta ya le estaba respondiendo a la gente que me escribía por chat en latín, hasta que un día una amiga me preguntó en dónde nos reuniríamos el fin de semana y le respondí “apud Fulanito”, con lo que ella quedó, digamos, loca. ¿Apud? ¿Qué es eso? La palabra “apud” en latín es una preposición que tiene varios significados, pero el más común es “en casa de”, así que lo que quise decirle a mi amiga fue “en casa de Fulanito”. Quizás esto no les parezca gran cosa, pero desde ese día pienso que una lengua muerta entonces podría resucitarse, ¿no? Quién sabe, aunque como están los tiempos ahorita podrían volverme a mi querido latín una lengua zombie, toda fea, podrida y llena de “aperturares” por aquí y por allá, creo que la prefiero así como está, muerta, pero solo para mí, al menos en mi esfera social.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Del amor y otros gases (I)


Antes creía que sabía más o menos bien lo que era el amor, como todo adolescente sabiondito, pero la vida, tan bella, me mandó a LUZ, a Humanidades, a Letras, y acabó con esa concepción bucólica que tenía sobre el amor, sobre la vida. Debo decir que la escuela de Letras te absorbe el alma de muchas maneras, te chupa la vida, te acuchilla el espíritu. Al menos en LUZ y en los años que estuve allí, no sé en las demás, no sé si cambió, no sé si cambiará. Lo que sí sé es que en esos años de oscuridad –ya entiendo por qué el lema de la universidad es Post nubila phoebus (Después de las nubes, el sol), o algo así te quieren hacer creer- hubo varios luceros que iluminaron mi camino, entre ellos un profesor que probablemente ni lea esto, pero que es el único de la plana académica que podría considerar un gran amigo, quizás por joven, porque entró en medio de la pudrición ya consumada, no como los demás que estaban divididos entre pro-pudrición y anti-pudrición, por así decirlo. Los anti-pudrición lamentablemente ya estaban cansados de tanto luchar, pero espero que sepan que su lucha no fue en vano, al menos no para mí y lo que rescato de mi formación. De esto no quería hablarles en principio, pero el amor por la literatura y el idioma siempre fue uno de los más fuertes, hermosos y constantes que sentí en mi vida –además de la música-, hasta que pasé por letras. Digamos que tanta lucha y tanta decepción académica hicieron los lazos más fuertes, pero disminuyeron un poco la pasión, quizás por el cansancio. Imagino que más o menos así se debe sentir un matrimonio, pero no quiero ni pensar en estar casada con la literatura.

Sin embargo, como en todo matrimonio, he tenido mis canitas al aire –jamás he entendido esa expresión- con la música, sobre todo con la música, y con otras formas de “literatura menor”, por así decirlo. Autoayuda JAMÁS, antes de que me vengan con algo, la autoayuda no es literatura y de eso podría hacer un post más adelante para los dolientes.

Uno de los grandes problemas con la escuela de Letras donde me formé es que, al menos en literatura, se quedó en el pasado; casi tanto como el curriculum actual de la educación media, donde en quinto año de bachillerato siguen estudiando a García Márquez, Quiroga, Cortázar y demás clásicos más que consumados como literatura contemporánea, pero hacer de cuenta que estás viajando en el tiempo no es tan difícil como explicarle a un adolescente -que no le importa un carajo lo que estás diciendo- por qué una vaina que salió en el 60 y pico es llamada contemporánea. En fin, la cuestión es que en la universidad se mantiene este culto por lo viejo, lo acartonado, lo que si le caen dos gotas de agua le sale el montón de chiripas por debajo, y no es que me las esté dando de futurista y quiera quemar a los clásicos, sino que COÑO, el agua siguió pasando debajo del puente y la escuela parece más bien una reserva de castores que han construido la presa más ridícula que seguramente verán mis ojos. Lo peor es que el agua sigue pasando, y actualmente pasa con más y más fuerza, y cuando la presa se rompa, será un desastre descomunal –casi como la cascada artificial tan zen que se forma en la escalera de entrada con el agua desbordada de los sanitarios.

Lo que quiero decir con todo esto, es que no entiendo cómo allá se puede ignorar la obra de un tipo como Juan Villoro, y esto es solo por dar un ejemplo. Yo estoy enamorada de Juan Villoro, me parece un cuentista excelente, igual que Julio Ramón Ribeyro y otros cuentistas contemporáneos. Lo peor es que los tipos son unos viejos ya, todos pasan de los 50 y pum, y en la escuela de Letras hay profesores de literatura que casi los han satanizado por ser muy nuevos. ¡Por favor! No sé si el odio es porque son autores que ama un profesor que siempre ha estado opuesto al régimen instaurado en la escuela, o porque sencillamente son escritores de un estilo un poco sencillo pero infinitamente genial. He llegado a creer que el amor por lo rimbombante, lo grande y sonoro, lo cubierto de yeso y pintado de dorado, lo kitsch, tan característico de la cultura zuliana, de ese sentir zuliano que aún no sé en qué parte de las mandocas, el lago, la china o el puente se encuentra, se metió en la academia y llenó tanto de aceite los ojos de los “laureados” que no les permite ver más allá, y mucho menos aceptar algo un poco más light,  más actual, más acorde con la realidad.

Aunque quizás estoy haciendo mucho alboroto por esto y, como dice un amigo, los académicos del arte en general deberían dejarse de pendejadas y terminar de documentar la existencia de la escuela artística zuliana en el arte universal, una escuela poseedora de una estética que se pasea entre lo barroco, lo kitsch y el yeso pintado de dorado, muy bien definida en los templos católicos de la ciudad, una escuela que hasta cuenta con sus períodos y su participación en la literatura, como casi toda escuela artística.