No entiendo cómo alguien puede
lanzarse a presidente de un país sabiendo que no tiene chance. ¿O es que acaso
no lo saben? Más allá del dinero que pueden gastar en una campaña, el cual se
sabe que es una cantidad considerable, ¿será que no le temen al ridículo? Un
amigo me decía que ellos no saben que están haciendo el ridículo. No sé, pero
si una persona ni siquiera sabe cuándo está haciendo el ridículo, no creo que
sea una buena opción a considerar para ser el dirigente de un país.
En realidad la política no me
importa mucho, pues la mayoría de los políticos son unas ratas que solo piensan
en su enriquecimiento personal y les vale nada lo que pase en el país, sobre
todo en un país como este donde puedes convencer a la mayoría con comida barata
o regalada, total, barriga llena, corazón contento, ¿no? Espero que toda esa
comida los ayude a calmar la tristeza de tener que salir a la calle a ligar que
un malandro ni te mate ni te robe. Pero bueno, la pelota de la inseguridad está
más que rodada y no venía a hablar precisamente de eso acá, sino de gente como
María Bolívar.
Ay dios, si son malos. |
María Bolívar es dueña de una panadería
en La Curva o algo así supe hoy, pues la verdad no me había interesado mucho en
esta señora que fue a Globovisión a decir barbaridades que al final nos
resultaron graciosas a unos cuantos e imposibles a otros más. Sea cual sea la
reacción que haya causado en general, no puedo evitar pensar en el 8 de octubre,
cuando los votos sean contados y se diga cuántos obtuvo cada candidato.
¿Cuántos podrá tener esa señora? ¿100, 200? No sé, pero espero que llegue
siquiera al 1%, igual que los demás candidatos que he decidido llamar sin chance. Los llamo los sin chance porque son candidatos poco o
nada conocidos que, aunque traigan las mejores intenciones, su falta de
desenvolvimiento en la farándula política los hace inexistentes para la gente
que sale a votar por los que sí llevan
chance, es decir, los que llevan más tiempo en la política, dando la cara,
hablando y besando niños y viejitas aunque no hayan hecho unceví en ninguna de
sus gestiones.
Entonces, pienso en ese 8 de
octubre, en esa señora acompañada de su comando de campaña o su familia oyendo
los resultados. ¿Se sentirá fracasada por los pocos votos obtenidos o feliz de
que personas más allá de sus seres cercanos hayan decidido darle su voto, así
haya sido solo for the lulz? Y luego de esto, en su día a día, atendiendo su
panadería, ¿soportará las burlas de la gente, llamándola la que llegó detrás de la ambulancia? ¿Cómo puede vivir así una
persona, bajo la sombra de un fracaso y un ridículo nacional? No sé, son cosas
que siempre he pensado con cada candidato sin
chance que he visto, incluso hay algunos que no conozco sino hasta que
cuentan los votos o veo el tarjetón y me hacen decir “mi aaaalma, ¿y ese de
dónde salió?”, me intereso en ellos durante los 3 segundos que me lleva decir
esa frase y luego voto y me voy. Pongo el ejemplo de María Bolívar porque es la
que ha formado más revuelo recientemente, hace poco fue Diego Arria y ya casi
nadie lo recuerda, pero de seguro lo ven por la calle y se ríen un poco a sus
espaldas, recordando su ridículo, o algo así. Lo mismo debe pasar con Claudio
Fermín, aunque él me cae muy bien porque tiene una voz muy graciosa. En fin, es
una pequeña reflexión, originada por la cosita
que me dan estas personas sin chance,
sobre todo María Bolívar. Espero poder pasar un día por la panadería Mayami
y verla sonriente, lo más probable es que sea así, y pedirle que me venda un
choco. Debe ser horrible comprarle un choco a una panadera deprimida.
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