miércoles, 29 de agosto de 2012

Demasiado


Cada vez sube más el número de amigos que se irían demasiado, se han ido demasiado, se irán demasiado o se quieren ir demasiado. Mentiría si dijera que no quisiera irme demasiado, creo que todos quisiéramos irnos, ¿no es así?

Más allá del boom creado por este inofensivo video llamado Caracas, ciudad de despedidas, ir al exterior a pasear o a estudiar es algo que siempre ha estado en nuestro subconciente como una buena opción e incluso como símbolo de estatus. Este no es otro texto de los muchos que salieron analizando el video, su repercusión ni su calidad, mucho menos voy a defenderlo o atacarlo, solo hablaré un poco de eso de las idas y las venidas.

Siempre nos la pasamos viajando, ya sea a través de la música  en la oscuridad de nuestros cuartos o en un buscama en busca de otras temperaturas y aventuras. Nos vamos de vacaciones, nos vamos de paseo, nos vamos a otro mundo, nos la pasamos yéndonos y eso está bien. Me he ido muchas veces, tantas que ya no creo en el regreso, pues cada vez que llego adonde voy siento que estoy volviendo, y cuando me vengo a Maracaibo, y digo me vengo porque aquí está la casa donde crecí, siento que me estoy yendo a Maracaibo, no volviendo. Los viajes, sean cuales sean los motivos, son viajes del alma, ya sean a Cabimas o a Alemania. Y les digo, disfruto ir a Cabimas.

Personalmente, yo me iría demasiado para estudiar, pues a lo que me quiero dedicar, que son las lenguas clásicas, no puedo estudiarlo a profundidad en este país. Y no solo es por eso, sino porque me gusta conocer otras tierras, otras gentes, otras iglesias –cuando llego a algún lugar lo primero que visito son sus iglesias-, otras formas de vivir el día a día. Me emociona pensar en la comida, en que voy a estar pelando y no estará la opción de comprar un paquete de harina PAN y un cartón de huevos sino lo que sea que coman los pelabolas en ese país. Porque así me concibo, como una pelabolas, no hay mejor vida de turista si no es como pelabolas, pero solo de turista, y solo por un rato, porque ustedes saben, la pobreza no compra la felicidad. Como pelabolas se conoce más, porque somos mayoría y tenemos más cosas que buscar caminando por la calle, porque no tenemos carro. Tenemos que andar preguntando, buscando ofertas, entre todos nos ayudamos porque todos estamos pelando. Claro, tampoco es estar de indigentes, la indigencia no es nada agradable ni eleva el espíritu, sino conocer, saber, el día a día, la rutina, me parece algo muy emocionante y sociológicamente interesante, porque aunque esté adentro siempre lo miro desde afuera, al menos cuando no me duele la cabeza. En fin, irse a cualquier parte es entretenido, es parte de la vida, solo hay que saber a dónde irse y qué se va a hacer. Pero cuidado con irse demasiado buscándose a uno mismo, porque si no te sabes encontrar en tu propia casa no lo harás en ningún lado. Nuestras casas hay que conocerlas bien, no se pierdan, solo tienen dos ambientes: cabeza y corazón.

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