Hoy tuve una velada interesante con
algunos amigos en la Calle Carabobo, y como siempre que estamos allá,
terminamos hablando de cualquier tema filosófico o profundo, o como yo le digo,
vainas de hombres borrachos. Empezamos hablando de ópera, poesía, idiomas, pasamos
por astrología, religiones, experiencias sobrenaturales “inexplicables”,
filosofía, la segunda guerra mundial y por supuesto, sexo. Vale decir que de
todos los temas que discutimos solo creo en la ópera y el sexo, porque la ópera
es la perfecta conjunción de todas las artes (poesía, teatro, música e incluso
plástica) y porque gracias al sexo todos estamos en este mundo, así no nos
guste mucho pensar en nuestros padres y abuelos en semejante faena, pero es
así.
Sin embargo, mi atención se
detuvo un poco en el tema de la segunda guerra mundial, pues con la cosa de
Hitler, la Alemania nazi y todo eso, recordé dos anécdotas que me contaron dos personas
cercanas a mí en determinado momento, empezaré con la más reciente.
Hace poco empecé a estudiar
alemán en LUZ pero lo tuve que dejar por motivos laborales y monetarios, además
de que no me gustaba mucho madrugar los sábados. En una de las muchas charlas
que tuvimos con nuestra profesora, tocaya y coetánea mía pero psicóloga, en las
que siempre le pedíamos que nos contara sobre los dos años que vivió en
Alemania, nos contó que le interesaba la historia universal. Como todos
sabemos, las guerras mundiales han sido –muy lamentablemente- los
acontecimientos más significativos del siglo XX, y ella, aprovechando que
estaba en Alemania, quiso buscar algún material en alemán sobre ese episodio,
pero su búsqueda fue en vano. Curiosamente, en Alemania está prácticamente vetado
el tema de la segunda guerra mundial y Hitler, la gente se hace la loca si le
preguntas algo al respecto, les da mucha vergüenza. Imagino que ha sido difícil
para ellos quitarse el estigma del nazismo, pero no sé si esa actitud sea la
más correcta. En fin, qué chimbo por mi profesora, y qué chimba es la guerra
que hace que esas personas se avergüencen de algo con lo que no tuvieron nada
que ver, al menos la mayoría.
La otra anécdota nos la contó a
mi mamá y a mí un amigo de ella, un señor italiano, viejito viejito, como de 90
y pico de años, que peleó en la segunda guerra mundial. Las marcas de la guerra
se ven en sus manos casi inútiles, pues en el campo de batalla trató de
protegerse de una explosión con sus manos y esas se llevaron la peor parte,
menos mal que no las perdió. Ahora, la cosa realmente curiosa es la siguiente:
ese señor peleó para Hitler, pero desde las filas de Mussolini, y lo más
curioso del asunto es que no se arrepiente. Es fiel defensor del fascismo, y
dice que las personas que lo critican no tienen ni idea de lo que están
hablando, que Mussolini era un buen hombre y que Hitler era un loco. Jamás creí
que tendría la oportunidad de conocer a alguien que hubiera peleado en la
segunda guerra mundial, y mucho menos que me contara sobre su experiencia en ella con tanta tranquilidad y convicción,
y muchísimo menos aún que hubiera peleado para Hitler y Mussolini
voluntariamente y aún defendiera el fascismo.
De todas formas la guerra no es
un tema que me interese mucho, es sencillamente la máxima expresión de la
infinita idiotez humana, y nunca nadie me podrá convencer de lo contrario, no
se puede justificar lo injustificable.
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